La digitalización y la incorporación exponencial de las nuevas tecnologías a nuestras empresas, procesos y ciudades será imprescindible para el progreso social y económico de nuestro país.

El temor ante lo desconocido e incomprendido es una respuesta humana básica para protegernos, una actitud heredada que venimos arrastrando desde nuestros antepasados. Sin embargo, este desconocimiento no debe resultar un impedimento para el cambio, la evolución y el progreso que están abocados a suceder.

El covid ha acelerado la transformación digital y la incorporación de los datos e inteligencia artificial a nuestro día a día. El uso del Big Data proporciona un gran valor a las compañías, ya que permite analizar diferentes fuentes de datos para poder predecir cómo se comportarán a futuro y dará, por tanto, un impulso enorme al conocimiento. Los datos serán, y son ya, imprescindibles para ganar eficiencia en los procesos y para poder tomar decisiones óptimas. Podemos afirmar que la digitalización se convertirá el principal motor para la recuperación social y económica del país, e impactará positivamente en todos nosotros. Existirá una nueva forma de vivir, de trabajar y de relacionarnos unos con otros.

Sin embargo, estos avances tecnológicos que nos facilitan la vida tienen una contrapartida que es el miedo y el escepticismo de muchas personas en nuestra sociedad en torno a la digitalización. A nivel ciudadano nos surgen muchas preguntas en el día a día: ¿Suplantarán mi identidad? ¿Nos están monitorizando? ¿Y para qué se usan mis datos? Igualmente, por parte de las empresas se generan ciertos retos a los que se deben enfrentar: ¿cómo gestiono esta necesaria transformación y la incertidumbre derivada de ella? ¿Cómo saco el máximo partido a los datos de forma eficiente y para qué caso de uso? ¿Cómo voy a garantizar la protección de los datos?

A la vista de esta situación, lo importante es generar confianza en torno a la digitalización, para acabar con esos miedos y dudas existentes. Es necesario disponer y poner a disposición de ciudadanos y empresas ciertas garantías, especialmente en el ámbito de la ciberseguridad y el ciber fraude que cada vez preocupa más a la sociedad. Sin duda, la regulación y el marco normativo debe acompañar y ayudar en este proceso, cuyo principal objetivo debe ser poner a las personas en el centro.

Trabajemos juntos en este sentido, a todos los niveles, ciudadanos, empresas y organismos públicos, pero debemos hacerlo de una forma ágil para no ralentizar el progreso y quedarnos atrás en la carrera de la innovación que se está disputando en el mundo.

No cabe duda de que estamos ante una oportunidad única de mejorar nuestra competitividad como país, haciendo buen uso de las tecnologías digitales y de los datos (de calidad y consentidos), además de un crecimiento económico más sostenible, se podrá lograr grandes beneficios sociales tales como: mejor uso de recursos energéticos e hídricos, transporte inteligente y óptimo, diagnóstico precoz y personalizado de una enfermedad y su tratamiento, formación virtual y más económica, etc.

La digitalización y los avances tecnológicos que lleva aparejada crean ya un beneficio e impacto positivo en la sociedad que, sin duda, excederá a los riesgos que podamos percibir a priori de estos avances que se están produciendo; no olvidemos que la resistencia al cambio es intrínseca al ser humano y la gestión de ese cambio será básica para una mejor adaptación al mismo.

En resumen, el buen uso de la tecnología es una herramienta clave y muy potente que ayudará a aumentar el bienestar de los ciudadanos, mejorará la sostenibilidad y contribuirá a reducir las desigualdades económicas y sociales.

 

*** Artículo de opinión de Rita Estevez Luaña, CEO y Market President en Experian España y Portugal. Publicado en el diario El Español el 26/07/2021