La Covid ha sido una auténtica tragedia. Pero si hay un elemento positivo derivado de esta pandemia, es que ha acelerado la incorporación de las tecnologías digitales a nuestro día a día, de una forma exponencial, tanto desde el punto de vista del consumidor, como de las empresas. Con más de 25 años ligada al mundo financiero, a la Tecnología, Digitalización y Big Data, ha sido en este último año en el que he visto que finalmente el ritmo de digitalización ha sido frenético.
Y no debemos temer esta aceleración ya que, sin lugar a duda, se traducirá en mejoras importantes para el crecimiento y competitividad de nuestro tejido productivo, pero también para nuestra sociedad en general, y nos ayudará en la forma de relacionarnos.
La Covid ha actuado de catalizador del cambio y ha ayudado a eliminar miedos y barreras de adopción. El criterio es ahora uniforme: la digitalización es fuente de competitividad, crecimiento y una exigencia por parte de los clientes que buscan una mejor experiencia en la relación con las administraciones y las empresas. Las empresas que no se digitalicen no sobrevivirán.
Todos los sectores han avanzado significativamente en 2020. Y este avance continuará en el 2021, en el que se estima que más del 80% de los españoles conectados comprarán online en algún momento. Estas transacciones online generarán una ingente cantidad de datos que se utilizarán de manera segura, para una toma de decisiones óptima, rápida. Serán, además, necesarios para para llevar a cabo el imprescindible análisis de solvencia del solicitante, prevención del fraude, proteger al consumidor ante un posible robo de identidad y, por supuesto, serán fundamentales para la posterior gestión de la operación de una forma eficiente.
En los últimos años, tratando diariamente con empresas de múltiples tamaños y sectores, he sido más consciente, si cabe, de que esta evolución y digitalización no sólo se convierte en un elemento de supervivencia para las compañías, sino que se transforma en un motor de oportunidades. Surgen nuevos modelos de negocio que amplían el target potencial de clientes, herramientas para ser más eficientes en el uso de recursos, así como enormes ventajas en la personalización y la mejora de la experiencia para el usuario.
Sin embargo, la digitalización conlleva múltiples riesgos que es imprescindible gestionar. De ahí que sea necesario añadir datos y la inteligencia artificial al proceso, de forma que se garantice que una transacción online, por ejemplo, tiene las mismas garantías y condiciones de seguridad para el consumidor y la empresa, que un proceso analógico. También desde el punto de vista de derechos y normas de privacidad, de ahí que sea necesario un esfuerzo de todos para acordar un Código de Conducta que genere confianza entorno a la digitalización.
Hay que destacar que, además de la Covid, se producirá otro factor histórico que actuará como catalizador del cambio, y es el de la llegada de los Fondos Europeos de Recuperación. El Gobierno ha confirmado que casi el 30% de los mismos se dedicará a que la digitalización se utilice de forma generalizada en todos los sectores y administraciones, y que su uso sea equitativo y justo para toda la sociedad.
Estas ayudas se han de aplicar a todos los actores de nuestro panorama empresarial. Probablemente como líderes debemos prestar una especial atención a las PYMES. Éstas son el 99,7% de nuestro tejido empresarial y antes de la Covid solo el 14% de las mismas presentaban un alto grado de digitalización. Y es en la incorporación de tecnologías digitales y acceso al mundo online, dónde las pymes se han de apalancar para solucionar sus principales desafíos, en cuanto a su tamaño (bastante inferior a la media europea) y principalmente la productividad.
Estamos, por tanto, en un momento único y debemos utilizar los Fondos de Recuperación de una forma inteligente y estratégica.
Prestemos especial atención sobre todo a los criterios de asignación, para que éstos se hagan con carácter estratégico, considerando la viabilidad de un determinado sector a futuro, y su contribución a un tejido productivo más competitivo.
Pero también a que su distribución sea rápida y eficiente. En este aspecto, España no cuenta con el mejor precedente ya que sólo ha utilizado el 43% de los fondos estructurales y de inversión (2014-2020) concedidos por la Unión Europea. Aunque en los últimos años se ha mejorado 10 puntos, tenemos el porcentaje más bajo después de Eslovaquia y Rumanía.
Es en esta función de distribuir de forma ágil los Fondos Europeos, dónde la Banca tendrá de nuevo un papel fundamental. Será necesaria una cofinanciación de los grandes proyectos de inversión promovidos por este plan, que van a requerir una colaboración público – privada para su consecución y que una vez se decida su asignación, se lleve a cabo una evaluación de riesgo ágil, en tiempo real y eficiente, para que no se invierta en proyectos inviables o con un elevado riesgo de crédito. Por tanto, la distribución deberá de ser 100% digital.
Es por ello por lo que las nuevas soluciones de Open Banking, derivadas de la nueva normativa europea PSD2 y en base al consentimiento del cliente, serán fundamentales para la concesión de préstamos online de forma más inmediata, en remoto, pero de forma segura y a su vez más personalizada.
El Open Banking junto con otras nuevas formas de evaluación del riesgo de crédito en este mundo digitalizado, permitirán superar el desafío de conjugar la mejor experiencia online para el cliente, con los necesarios valores que caracterizan a la Banca: prudencia crediticia, seguridad y privacidad. El sistema será más seguro para todos los intervinientes y será un paso más para la recuperación económica del país.
*Artículo de opinión de Rita Estévez Luaña publicado en Expansión. Septiembre 2021